domingo, 29 de noviembre de 2015
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Leonhard Euler
(Basilea, Suiza, 1707 - San Petersburgo, 1783) Matemático suizo. Las facultades que desde temprana edad demostró para las matemáticas pronto le ganaron la estima del patriarca de los Bernoulli, Johann, uno de los más eminentes matemáticos de su tiempo y profesor de Euler en la Universidad de Basilea. Tras graduarse en dicha institución en 1723, cuatro años más tarde fue invitado personalmente por Catalina I para convertirse en asociado de la Academia de Ciencias de San Petersburgo, donde coincidió con otro miembro de la familia Bernoulli, Daniel, a quien en 1733 relevó en la cátedra de matemáticas.
En 1748 publicó la obra Introductio in analysim infinitorum,
en la que expuso el concepto de función en el marco del análisis
matemático, campo en el que así mismo contribuyó de forma decisiva con
resultados como el teorema sobre las funciones homogéneas y la teoría de
la convergencia. En el ámbito de la geometría desarrolló conceptos
básicos como los del ortocentro, el circuncentro y el baricentro de un
triángulo, y revolucionó el tratamiento de las funciones trigonométricas
al adoptar ratios numéricos y relacionarlos con los números complejos
mediante la denominada identidad de Euler; a él se debe la moderna
tendencia a representar cuestiones matemáticas y físicas en términos
aritméticos.
En el terreno del álgebra obtuvo así mismo resultados
destacados, como el de la reducción de una ecuación cúbica a una
bicuadrada y el de la determinación de la constante que lleva su nombre.
A lo largo de sus innumerables obras, tratados y publicaciones
introdujo gran número de nuevas técnicas y contribuyó sustancialmente a
la moderna notación matemática de conceptos como función, suma de los
divisores de un número y expresión del número imaginario raíz de menos
uno. También se ocupó de la teoría de números, campo en el cual su mayor
aportación fue la ley de la reciprocidad cuadrática, enunciada en 1783.
A raíz de ciertas tensiones con su patrón Federico
el Grande, regresó nuevamente a Rusia en 1766, donde al poco de llegar
perdió la visión del otro ojo. A pesar de ello, su memoria privilegiada y
su prodigiosa capacidad para el tratamiento computacional de los
problemas le permitieron continuar su actividad científica; así, entre
1768 y 1772 escribió sus Lettres à une princesse d'Allemagne, en
las que expuso concisa y claramente los principios básicos de la
mecánica, la óptica, la acústica y la astrofísica de su tiempo.
De sus trabajos sobre mecánica destacan, entre los
dedicados a la mecánica de fluidos, la formulación de las ecuaciones que
rigen su movimiento y su estudio sobre la presión de una corriente
líquida, y, en relación a la mecánica celeste, el desarrollo de una
solución parcial al problema de los tres cuerpos -resultado de su
interés por perfeccionar la teoría del movimiento lunar-, así como la
determinación precisa del centro de las órbitas elípticas planetarias,
que identificó con el centro de la masa solar. Tras su muerte, se inició
un ambicioso proyecto para publicar la totalidad de su obra científica,
compuesta por más de ochocientos tratados, lo cual lo convierte en el
matemático más prolífico de la historia.
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